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  Sociopolítica   Balcanes 22/01/2013

La revisión de los tratados y el futuro de la ampliación

Autor: Davide Denti

El 1 de julio de 2013, superadas las zancadillas eslovenas, Croacia se integrará en la UE como el estado miembro número 28. A partir de ese momento, a menos que haya novedades al noroeste (Islandia o Escocia), pasarán algunos años hasta que vuelva a producirse una nueva incorporación al Eurogrupo. Los demás países candidatos del sudeste europeo están aún en proceso de negociación para su adhesión y un cálculo realista de la duracción de este proceso estaría entre cinco y siete años (se necesitaron cinco para la incorporación de Eslovaquia, el caso más rápido, mientras que Bulgaria y Croacia han necesitado de ocho). Siendo realistas, la próxima ampliación de la UE no será hasta 2020.

El problema fundamental de esta aproximación temporal es que la propia Unión Europea está en proceso de cambio: nadie sabe decir a ciencia cierta qué tipo de instituciones se mantendrán en pie en 2020, pero lo que es seguro es que nada será lo mismo. Según el eurodiputado federalista británico Andrew Duff, el proceso de revisión de los Tratados se volverá a abrir tras las elecciones europeas de 2014 y la elección de la nueva Comisión. "El proceso de revisión de los Tratados comenzará con una Convención que probablemente se abra en febrero de 2015, continuará con la Conferencia Intergubernamental de 2016 y concluirá con la ratificación de los 28 Estados miembros de la UE, de acuerdo con sus normas constitucionales, en 2017. En muchos países, no sólo en el Reino Unido, estos requisitos o incluso la conveniencia política del momento supondrá la celebración de un referéndum". Siempre que Europa no vuelva a caer en el psicodrama que siguió al rechazo en referéndum del Tratado Constitucional en Francia y Holanda en 2005, que ha retrasado cuatro años la reforma de los Tratados, o en el ala opuesta (por ejemplo, Estonia parece impulsar la igualdad entre todos los Estados miembros en el nuevo Consejo/ Senado de la UE), los nuevos fundamentos legislativos de la integración política europea deberán entrar en vigor entre 2018 y 2020.

En los últimos años, ha surgido la preocupación ante un nuevo fenómeno: el euroescepticismo en los países candidatos. La incertidumbre acerca de lo que sobre lo que se encontrarán en la UE cuando accedan y la imposibilidad de ayudar a darle forma (a lo que cabe añadir una cierta dosis de derrotismo) influye fuertemente en el debate político en los países candidatos, además de la convicción por parte de los países ya miembros de que la ampliación ya no es una prioridad y que es más, podría dañar el "soft power" de Europa en la región futuro objeto de la ampliación. Hace unos meses la Turquía de Erdogan lanzó su ultimátum a Bruselas: 2013 o nunca. Ahora también en Serbia comienzan a alzarse voces que apuestan, gracias a la mayoría de un gobierno nacional-conservador y el escollo de Kosovo, por repensar la integración europea, en pro de una opción más o menos sólida.

A lo largo de los últimos sesenta años de integración europea, la ampliación y profundización de la UE han ido siempre de la mano. Cada ampliación ha llevado a la racionalización de las estructuras comunes de gestión, y ha aportado nuevas sensibilidades y áreas de competencia. La primera ampliación que incluyó al Reino Unido, Irlanda y Dinamarca en 1973 fue crucial para la posterior creación de un mercado único con libre circulación de mercancías. La ampliación de los países mediterráneos post-autoritarios en los años 80 (Grecia, España, Portugal) dio un nuevo impulso a las actividades en apoyo a la democratización. La adhesión de los países nórdicos en 1995 trajo nuevas competencias en el ámbito de la protección del medio ambiente. El Tratado de Maastricht que estableció las bases para la ampliación hacia el Este, por el contrario, finalmente ha dado lugar a una racionalización del Tratado de Lisboa. La Unión Europea ha sido comparada con una bicicleta, que sólo funciona cuando las dos ruedas, ampliación y profundización, van de la mano. Si la ampliación tuviera que detenerse, el riesgo es que el debate sobre la profundización de las competencias comunitarias se parase.

En 2001, cuando se puso en marcha la Convención Europea en Laeken, que habría debido servir para redactar el texto del Tratado Constitucional, quedó claro que los países de Europa central y oriental pronto se convertirían en Estados miembros. Para evitar que se encontrasen de nuevo con reglas de juego escritas exclusivamente por otros, representantes de estos países fueron invitados a participar en los trabajos de la Convención y la Conferencia Intergubernamental. Lo mismo debería ocurrir después de 2014, cuando "se reabran los tratados". Turquía, Serbia y otros países deben ser alentados a participar en el debate sobre el futuro de la integración europea, en la que pronto participarán con todas las consecuencias. El hecho de que la perspectiva de adhesión aparezca como una meta alcanzable puede ser una manera de asegurarse de que estos países siguen trabajando en la senda de la integración europea, y no siempre algo que se posterga cada vez más (sobre todo, para Turquía, que ya lleva esperando 14 años), de manera que la Unión Europea no parezca algo externo, difuso, escurridizo y no influenciable. Una forma, en definitiva, de la ampliación.

Fuente: Artículo cedido por East Journal (© Todos los derechos reservados), traducido del original italiano por Alicia González.

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