CASA BALCANES
  Cultura   Grecia 01/03/2013

Un baile fruto de un tropiezo

La tradición de abrazarse: el sirtaki

Cierren los ojos y piensen en Alan Bates diciendo aquello de “¡Enséñame a bailar!” (no, no hay ningún banjo en la escena, si acaso podría haber un bouzouki. ¡Borren esa imagen, porque el que se les ha colado es Micky con su canción eurovisiva de estética camp, “Enséñame a cantar”!). Volvamos a la playa de Ierapetra. Tenemos a Anthony Quinn zafándose de su chaqueta como su fuera a partirse la camisa en una boda gitana y respondiendo al reto de dar su primera clase de baile a un extranjero. Es ahí donde entra en escena -metafóricamente hablando- Mikis Theodorakis, un nombre con banda sonora propia, porque es pronunciarlo y sus acordes le vienen a uno a los pies para empujar un pie tras otro enganchado a ese antiquísimo baile tradicional griego. No, en realidad el que estaba enganchado era Quinn, por una molestia en la pierna durante el rodaje de “Zorba el griego”, basada en la novela de Nikos Kazantzakis Βίος και πολιτεία του Αλέξη Ζορμπά y el coreógrafo Giorgos Provias tuvo que ingeniárselas para, retomando los bailes de raigambre mediterránea, de manos unidas al modo de la sardana, crear un movimiento que no exigiera grandes alardes danzísticos al actor mexicano.

Quinn llegó a atribuirse en alguna entrevista la paternidad completa del genial baile, pero sea como sea la cercanía a las raíces griegas es indiscutible. Tanto es así que Juan Maestre Alfonso en su estudio “Mediterráneo Norte versus Mediterráneo Sur” encuentra en este sirtos tuneado, reminiscencias bereberes en esta danza del siglo XX. El Chasapiko, la danza de los carniceros de Constantinopla, fusionada con el Chasaposervikos, una danza del Asia Menor en círculo como el kolo balcánico, le sirvió a Provias de inspiración para esta danza al compás de un 4x4 en las partes más reposadas y de 2x4 en las más aceleradas y la composición musical es heredera del "Armenohorianos Syrtos" y "Kritiko syrtaki", compuestas por Giorgis Koutsourelis, el mismo que cantó contra la ocupación nazi (hay quien asegura que los tiempos cambian, pero las malas costumbres nunca se pierden) en esa "Hitler, don't dare boast", basada en una melodía cretense.

Los movimientos del sirtaki, συρτάκι, son sencillos: separar levemente una pierna, arrastrando el pie que ha quedado rezagado hasta alcanzar al anterior y regresar a la posición inicial recorriendo el camino inverso. Una vez en el punto de arranque dar un pequeño salto con un pie, mientras el otro se dobla hacia la rodilla brevemente, para superar al otro, adelantándolo hacia ese centro imaginario delante de los bailarines y luego volver a retrasarlo por detrás del pie que menos varió su eje con el que dará una pequeña patada a ese ante nos imaginario y doblar luego con gracia en dirección al pie más zascandil antes de volver a comenzar desde arriba.

Si no han caído ya al suelo con las indicaciones del sirtaki o corre sangre helena por sus venas o hemos sido mejores de lo que pensábamos en el recuento de pasos. O tal vez estén imbuidos del espíritu solidario que se está extendiendo desde hace ya tiempo con las penalidades de nuestros socios comunitarios al grito de "Todos somos Grecia". Si hace dos años los indignados de Francia reivindicaban frente a entidades bancarias como Société Générale o BNP unas condiciones más humanas, un trato más justo para los perjudicados por la crisis de la deuda griega, hace unos días cientos de franceses volvían a empatizar en La Defense con el sufrimiento de los griegos al ritmo del sirtaki. Incluso el pasado agosto en Magnisias, la localidad de Volos se propuso el reto de reunir el mayor sirtaki del mundo para batir el récord Guinness, sumando hasta 5.614 personas en una inusual cadena humana y de paso enviar a toda Grecia un mensaje de cohesión y de fortaleza ante la calamitosa situación del país.

Quizá el espíritu de los danzantes recordaba aquella declaración de fe de Anthony Quinn, de ésas que pasan desapercibidas en el guión, ese "¡Juntos!" con el que tiende su brazo a Bates antes de ejecutar ante los atónitos ojos del espectador este símbolo de hermanamiento universal, por bien que para algún malpensado surja a siempre instancias de esa exaltación de la amistad que propicia la ingesta de ouzo. En realidad, Basil (Alan Bates) no le pedía a Zorba que le enseñase a bailar, en realidad, lo que le estaba pidiendo era que le mostrase cómo apurar la copa. Porque como dice el burgalés Tonino Carotone en su ¡Me cago en el amor!: "E' un mondo difficile/ e vita intensa/ felicita' a momenti/ e futuro incerto".

Os dejamos con otra creación de Provias, esta vez el zeibekiko

Autora: Alicia González

Enlaces de interés:

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