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  Cultura   Rumanía 22/03/2013

Béla Bartók, un punto y aparte en la música europea del siglo XX

Autor: Albert Lázaro-Tinaut

“Bartók era uno de esos hombres que, impulsados por una insatisfacción perpetua, querían cambiarlo todo, conseguir que todo lo que había en la superficie de esta tierra fuera más bello y mejor. Formaba parte de esa categoría de individuos donde se encuentran los grandes artistas, los sabios, los exploradores, los inventores y, en política, los grandes revolucionarios, como Cristóbal Colón, Galileo y Kossuth, quienes dejaron tras de sí un mundo distinto del que habían encontrado cuando nacieron.”

Son palabras escritas en 1956 por otro de los grandes músicos y pedagogos musicales húngaros del siglo pasado, Zoltán Kodály, en la introducción de la obra colectiva Bartók, su vida y su obra, publicada bajo la dirección del insigne musicólogo Bence Szabolcsi. [1]

Bartók nació en Nagyszentmiklós (actualmente Sânnicolau Mare, en el Banato rumano, entonces integrado en el Imperio austrohúngaro) el 25 de marzo de 1881, y murió en Nueva York el 26 de septiembre de 1945. Penetrar en su biografía significa perdese en los entresijos de la vida plena de un hombre infatigable. Compositor, pianista y folklorista, tuvo la suerte de nacer en una región, el Banato –hoy repartida entre Rumanía, Serbia y el sur de Hungría– donde confluían tres culturas: la húngara, la rumana y la eslovaca, es decir, en un espacio geográfico donde se acumulaba la riqueza de varias tradiciones.

Su encuentro y posterior relación con Zoltán Kodály fue fundamental no sólo para ambos, sino para el legado de la música popular de esos pueblos que ha llegado hasta nosotros. Recorrieron juntos las tierras de Hungría y Rumanía y realizaron un trabajo de campo extraordinario: recopilaron miles de canciones y melodías, que grabaron con un gramófono y transcribieron. De este modo consiguieron desterrar la falsa idea –aún persistente como tópico en otros países– de que la música húngara se basaba en la tradición zíngara (o gitana; las rapsodias de Liszt parecían confirmarlo), que sólo es la parte más visible del panorama musical popular húngaro. Sus investigaciones fueron incluso más allá, pues recorrieron, además, otras regiones de la Europa central y llegaron incluso hasta Turquía y el norte de África.

En un momento particularmente delicado de la historia de Europa (1942), Bártok –hombre, por otra parte, dotado de una expresiva fuerza psíquica–, alude sutilmente en un texto suyo a la idea de la pureza de la raza, lo atribuye a “razones políticas” (no olvidemos que vive en una Hungría sometida al régimen filonazi del almirante Miklós Horthy) y aprovecha la ocasión para escribir algo muy importante para entender sus estudios sobre la música popular:

“La Europa oriental ha sido el terreno principal de mis investigaciones. Como húngaro, empecé naturalmente por el estudio de la música folklórica húngara, pero pronto lo extendí al de los países vecinos: Eslovaquia, Ucrania, Rumanía. […] Al principio me sorprendió la extraordinaria riqueza de tipos de melodía que encontré en los países de la Europa oriental. […] Sin embargo, la comparación entre las músicas populares de los diferentes pueblos mostraba que en esta materia se producía, desde hacía siglos, un movimiento constante de intercambio, de cruce y de nuevos cruces. […]

Al traspasar las fronteras lingüísticas, las melodías populares sufrían, más pronto o más tarde, algunas modificaciones determinadas por el medio y, sobre todo, por las diferencias lingüísticas: cuanto más difieren la forma de acentuar, el ritmo, la construcción silábica, más importantes son las modificaciones a las que –muy afortunadamente– esa música se somete. Y digo “muy afortunadamente” ya que es ese fenómeno el que contribuye a la creación de nuevos tipos y nuevas variantes. […] Los cruces a los que me he referido tienen lugar, generalmente, de este modo: una melodía húngara es adoptada por los eslovacos, que la “eslovaquizan”. Esa forma eslovaca puede ser adoptada, a su vez, por los húngaros, que la “hungarizan”. Y una vez más, afortunadamente, esa forma hungarizada difiere de la forma húngara original.”

Uno de los grandes méritos de Bartók fue, además, descubrir que las melodías tradicionales húngaras se basaban en escalas pentatónicas que, casualmente o no, se correspondían con las de buena parte de la música asiática y siberiana. No vamos a entrar aquí en la debatida cuestión de los orígenes orientales del pueblo húngaro (y de los pueblos finoúgrios en general), que ha sido objeto de innumerables polémicas y sobre la que aún hoy los especialistas no se ponen de acuerdo. En cualquier caso, resulta muy interesante conocer el proceso creativo de Bartók y, además, su abundante correspondencia, que le permitió conocer mejor, por ejemplo, el folklore rumano en su versión musical. A modo de ejemplo, he aquí un fragmento de la carta que escribió el 29 de abril de 1910, en francés, al compositor y musicólogo rumano Dumitru Georgescu-Kiriac:

“Después de haber recogido numerosas melodías húngaras y eslovacas, he empezado a buscar canciones populares rumanas de Transilvania; he encontrado unas 400 en las inmediaciones de Beiuş (Bihor), y otras 200 en zonas próximas. Al principio me acompañaba un estudiante rumano, que era quien anotaba los textos. Ahora ya soy capaz de anotarlos yo mismo y creo ser muy cuidadoso en lo que respecta a la pronunciación popular, pues fueron diversos mis acompañantes (¡que se empeñaban en corregir constantemente el habla del pueblo!). Puesto que conozco sus Coros mixtos y creo que usted es el único en Rumanía que se interesa como auténtico artista por la música popular, le adjunto una selección del material recogido en Bihor: me agradaría mucho ceder a alguna biblioteca pública de Bucarest toda mi colección rumana y lo que continúe recogiendo a partir de ahora. Quizá fuera posible imprimirla con la colaboración de un filólogo rumano.” [2]

El corpus musical de Béla Bartók (obras para orquesta, de cámara, corales, para piano e incluso escénicas, como la ópera El castillo de Barba Azul y dos ballets) es impresionante, como puede comprobarse accediendo a este completo enlace, pero tan importante cómo éste es su trabajo como musicólogo e investigador, reconocido mundialmente.

Dejamos a continuación los enlaces a algunas de sus composiciones, en los que se pueden percibir varios de los registros de su música. Se pueden encontrar muchos más en Youtube:

Danzas folklóricas rumanas

Concierto para orquesta

Concerto para viola

Concierto para violín núm. 1

Sonata para dos pianos y percusión

Mikrocosmos

El mandarín milagroso

(Fuente: Impedimenta)

[1] Bence Szabolcsi (Budapest, 1899-1973) fue un insigne historiador no sólo de la música, sino también del arte. Para este artículo se ha manejado la edición francesa de su obra, Bartók, sa vie et son œuvre (Boosey & Hawkes, París,1968).

[2] Dumitru Gueorguescu-Kiriac (o Dimitrie G. Kiriac, como solía firmar), nacido en Bucarest en 1866 y muerto en Viena en 1928, fue también un notable folklorista y dedicó gran parte de su actividad al canto coral, por la cual es especialmente conocido aún hoy en día. El texto de la carta está tomado de la edición citada de Szabolcsi.

Y una reflexión más, la de Alejo Carpentier donde explica la devoción por Bártok en "Ese músico que llevo dentro".

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