CASA BALCANES
  Cultura   Sofía 29/04/2013

Salir del entumecimiento

Entrevista con la autora de "Fuga a lo real"

Compartimos con esta escritora búlgara afincada en España las emociones contenidas en su último libro, "Fuga a lo real", al que nuestro colaborador Albert Lázaro-Tinaut dedicaba recientemente una reseña titulada "Zhivka Baltadzhieva y su apremiante intento de huir a la realidad", donde recogía los distintos tonos del dolor en este poemario.

- ¿Qué es esta "Fuga a lo real"?

- Para mí representa el dolor de atreverme a salir del tormento y de un mundo propio muy cerrado a la realidad. Pero también el título indica una huida a lo real que es al sentir y saber humanos. Homero, Orfeo están presentes en poemas de temática mitológica y formaron parte de mi antología que se publicó en Bulgaria en 2008, "Antologías apátridas”, porque son poemas que no tienen fronteras.

- Se percibe un tono de asfixia, de compresión y encierro…

- Seguro que hay algo de eso, aunque intento no aparecer tan desesperada (se sonríe).

- Se mencionan muchos términos como uña, desgarro, mordedura. Parece un poemario de personas heridas…

- Es una antología que incluye poemas de décadas y reflejan un interior herido, porque la gente que quiero, mi país, yo misma hemos sufrido heridas bastante graves y seguimos sufriéndolas, porque en general no ha cambiado nada.

- En ese poema de la historia de Bulgaria hablas de “un dolor con labios apretados” …

- Sí, siempre, siempre con los labios apretados. Ése es un poema muy antiguo de los años 70. Cuando lo escribí mi padre estaba en un campo de concentración en el norte de Bulgaria y en el libro hay otro poema donde más directamente se habla de eso. Estaba en Nozharevo , un pueblo cerca de donde estaba Ovidio, y muchos de los elementos de ese libro y Ovidio mismo están para mí conectados con lo que he vivido yo yendo allí a verle.

- Quizá por eso dices que el destino está fuera, tras el cristal. No sé si para ti la llegada a España fue para ti una liberación o realmente el ambiente opresivo seguía existiendo...

- Vine a España por primera vez en el 83 y para mi ése era un momento muy especial en España: un ambiente donde había mucho entusiasmo, mucha esperanza, mucha liberación de los espíritus, de la gente, del comportamiento y sí, para mí fue algo completamente diferente, pero también conocer las cosas por primera vez aquí supuso un cambio de visión muy importante sobre muchas cosas.

- En el exilio, no perdiste ese respeto por la cultura que se tiene en muchos países del Este…

- Para mí la literatura ha sido siempre el lugar donde me he salvado, aunque cuando vine a España no sabía ni una palabra de español y aprendí únicamente leyendo, porque tampoco tenía medios para tener profesores ni nada de eso.

- Y a pesar de aprender castellano sola llegaste a ser profesora en la Universidad…

- Sí, en el año 94 me presenté a un concurso, pero ha sido muy duro para mí, muy difícil, porque en Bulgaria la verdad es que estudié filología búlgara y rusa, pero ni la terminología ni nada se correspondía con lo que había aquí. Tuve que aprender de nuevo y aprender a transmitir conocimiento a los demás. Fue algo terrible para mí, cuando me di cuenta de las diferencias y de las cosas que tenía que aprender, pero salí adelante.

- ¿Es tan complicado ser poeta en Bulgaria como en España?

- Yo creo que en todo el mundo. En Bulgaria había un problema que era muy grave, el problema político y había muy pocos autores. Había que esperar diez, doce años entre dos libros, así que no había un desarrollo normal de los autores. Cuando publicabas un libro tenía una tirada a partir de 1.500 ejemplares y se vendía inmediatamente.

- Imagino que en España el aprecio por la poesía es muy distinto…

- Creo que es algo que uno tiene que aceptar como un riesgo y no preocuparse, porque no tiene sentido. Yo he visto en España muchísimo interés por la poesía, lo que pasa es que la gente no tiene dinero para comprar los libros. Cuando participo en lecturas que se hacen en bares, locales subterráneos y cosas así siempre está lleno de gente; el público es diferente, siempre es un público que comprende y que sabe qué es lo que quiere escuchar. Hace muchos años hubo una colección de libros de poesía de enormes tiradas que se vendían con el periódico los fines de semana y nunca quedaba ninguno sin vender.

- Habría entonces dos mercados de poesía…

- De literatura y de todo en general… Hay un mercado donde venden siempre los mismos autores, un mercado oficial, donde la gente compra porque tiene dinero simplemente y luego hay un mundo de una literatura viva y de calidad con muchos autores españoles muy interesantes en este momento, sobre todo en la poesía, que no tienen salida y a los que no hay manera de conocer.

- Eres una poeta con buena acogida entre el público español más joven, incluso aunque no conozcan tu país o compartan tu edad…

- Esto me hace muy feliz, porque lo he notado también en Bulgaria con los últimos libros. Son gente muy joven, entre 16 y 40 años. Creo que se debe a que en el arte siempre hablamos de nuestra propia experiencia, pero tenemos que tener cierta distancia y esta distancia en realidad es nuestra mirada hacia el otro como decía Holan, “yo me alejo hacia ti”. Siempre, cuando uno escribe, instintivamente habla a ese otro que puede ser él mismo, pero es otro y esa distancia es la que hace que el poema, el cuadro o la música le hable al otro también.

- ¿Trabajas especialmente para conectar con ese lector joven?

- No, no, no, nada de eso. Nunca pienso que tengo que escribir un poema porque vaya a gustar a los jóvenes.

- Aunque sabrás que hay libros por encargo…

- Sí, lo sé, pero me parece una forma de falsificar las cosas. Creo que la conexión debe venir de no intentar ignorar al otro.

- Si hablamos de autenticidad, ¿cuál sería la línea de continuidad de tu poesía?

- Es muy difícil, pero lo primero que siempre hay es una mirada hacia el mundo con todos sus problemas, defectos, injusticias, una tarea enorme. Cuando era muy pequeña vivía en una sociedad totalitaria y teníamos esa radio que poníamos a las seis de la mañana y apagaban a las diez de la noche, llena de propaganda y todo el rato nos hablaban de las bombas atómicas, de la agresión de Occidente y yo me subía a una muralla muy antigua junto a nuestra casa, de más de cuatrocientos años, y allí me pasaba horas mirando hacia el cielo y haciendo como un juramento de que no va a haber una bomba atómica en ningún lugar del mundo y creo que eso es lo que me hace escribir. Cuando escribo siento de alguna forma ese amor y creo que son como cartas de amor y conjuros incluso cuando hablo de cosas muy duras. Yo tenía sólo cinco o seis años, pero la propaganda podía despertar ese tipo de deseos en un niño tan pequeño.

- Tienes dos hijas…

- Sí, las dos han nacido en Bulgaria, la mayor es artista, vive en Nueva York desde hace muchos años y la menor vive en Madrid y es la madre de mi nieto y es escritora y actriz.

- Siendo tu hija escritora, ¿compartís algún mundo interior, paisajes comunes?

- Creo que es inevitable. La participación en el otro puede ser mucho más fuerte, por lo menos en el tono o en las cosas en que repara.

- Nos hablas de la Bulgaria sombría de tu infancia, pero no sé si has vuelto recientemente...

- Voy muy a menudo. Nunca la he abandonado, porque siempre estoy leyendo y mirando todo lo que se publica. Para mí Bulgaria no ha sido sombría, sombrío ha sido el tiempo que he vivido y mis propios silencios, pero ni siquiera eso fue sombrío. No me he ido de Bulgaria nunca, porque siempre está presente en mi vida.

- Lo que sí has retomado es el interés por la comunidad judía de Bulgaria.

- Siempre he tenido ese interés; en mi familia siempre ha habido gente, amigos de origen judío. La madre de mi madre estuvo escondiendo a una chica judía tres años. En Bulgaria hemos salvado a nuestros judíos, pero los que eran de Tracia o de Tesalónica tuvieron muchos problemas. En Bulgaria en general no había racismo, la gente no era racista. Vivimos cinco siglos en un imperio multinacional, la lengua búlgara era una lengua de segunda, no valía ni para ir al mercado, y obtuvo el derecho de existencia oficial solamente seis años antes de la liberación del imperio otomano, así que los búlgaros eran gente políglota por fuerza, porque para ir al mercado o al colegio tenían que hablar griego, para las administraciones tenían que hablar turco y en casa hablaban búlgaro. En esa atmósfera no había estigma ninguno, ni siquiera con los propios otomanos, nunca, hasta el año 84 cuando se consiguió crear esa atmósfera.

- Tú en cambio eres un puente entre culturas, un referente en poesía en España y Bulgaria…

- No sé si soy un referente, pero sí que hay mucha gente que ama esos poemas y con eso ya soy feliz y creo que es muy importante poder escribir en varios idiomas, porque te ayuda mucho en el momento de elegir y de liberarse de todo lo que es innecesario, los adornos que a veces en vez de explicar, borran.

- No parece que sigas los fastos literarios de cerca, sino que vas a la poesía sumergida, más que a la de escaparate. ¿La tribu literaria se mueve de forma parecida en Bulgaria?

- Eso siempre ha existido en todas partes. No puedo decir que todo lo que me interese esté marginado. En Bulgaria hay una cantidad enorme de autores que son realmente más interesantes que muchos de los que aparecen en la prensa. Depende de cómo te relaciones, de tu trato con los partidos, con las administraciones…

Autora: Alicia González
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