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  Cultura   Balcanes 16/05/2013

Jugoslavija: 12 points

Autor: César Campoy

Un recorrido histórico a través de los senderos andados por Yugoslavia en el Festival de Eurovisión

La manera de vivir el, denostado por unos y adorado por otros, Festival de Eurovisión por los diferentes pueblos que han integrado Yugoslavia tiene que ver más, con la reafirmación de cierto sentimiento patrio, que con la pura y dura evasión de masas (que también). La mayoría de los yugoslavos casi siempre estuvo orgullosa de sus representantes, fuera consciente el resto de la humanidad de sus cualidades, o no. De hecho, el respetable, hoy en día, sigue mostrándose más que efusivo cuando el gran Zdravko Čolić sigue abriendo muchos de sus conciertos con aquella energética "Gori vatra", pese a que, en la edición del concurso de 1973, no lograra pasar del antepenúltimo puesto.

Una vez desintegrado el sueño de Tito, los diferentes estados surgidos de aquellas cenizas, de hecho, siguieron celebrando sus éxitos y denunciando sus "injustos" no reconocimientos, con idéntica pasión reivindicativa nacional. Sucedió, sin ir más lejos, aquel 2007, cuando buena parte de la ciudadanía serbia se lanzó a la calle para vitorear, orgullosa, el primer puesto obtenido por Marija Šerifović con su "Molitva", en la primera participación de Serbia, como estado recién separado de Montenegro.

De hecho, tras la era yugoslava, la mayoría de los otrora pueblos federados han seguido tomándose bastante en serio aquello de elegir representante que dejara alto el pabellón ante centenares de millones de espectadores de todo el mundo. Unos contadísimos ejemplos: El legendario y duro roquero croata Dado Topić defendió, sobre la tarima de Helsinki, en 2007, y sin demasiada suerte, los colores del damero, junto a Dragonfly, con aquel "Vjerujem u ljubav"; la leyenda de la canción bosnia Dino Merlin hizo lo propio, representando a Bosnia-Herzegovina, en los años 1999 y 2011; precisamente bosnio era el irrepetible Davor Popović, un auténtico mito de la cultura popular y musical yugoslava, conocido por ser el líder de los míticos Indexi (pioneros de los 60), que, en 1995, y cuando su país se encontraba inmerso en una cruenta guerra, pisó el escenario dublinés para defender, en un acto repleto de simbolismo, su "Dvadeset prvi vijek"; y qué decir de la sonada inclusión festivalera del celebérrimo bosnio Goran Bregović, que en 2010 decidió echar una mano a Serbia y su representante, Milan Stanković, con aquel pachanguero y trompetero "Ovo je Balkan", que llegó a tener su adaptación en español bajo el sugerente título de (sí, de verdad) "Balkañeros". Incluso Macedonia decidió contar, en 2004, con su popularísima y joven estrella de la canción, Toše Proeski (fallecido, en accidente de tráfico, tres años después), convencida de las posibilidades de una voz que ya había triunfado en buena parte de los Balcanes. Proeski, de hecho, había estado a punto de representar a Serbia y Montenegro, tras vencer el concurso local, a partir de una composición del reputado músico serbio Željko Joksimović que, un año después, casi se alzó con el triunfo eurovisivo con su "Lane Moje". Dos años después, en Bakú, el mismo Željko regresó al festival, en esta ocasión, bajo la bandera de Serbia.

Es más, la misma Macedonia se estrenó en el certamen, en 1998, con el concurso de otra figura conocida, Vlado Janevski. Este 2013, para rematar la faena, lo hará con un llamativo y curioso dúo formado por Vlatko Lozanoski (Lozano) y la celebérrima compositora e intérprete romaní Esma Redžepova, venerada en gran parte de los Balcanes, y con medio siglo de carrera musical a sus espaldas. Una composición que, nos tememos, no acabará de ser asimilada por la mayoría de los mortales, debido a esa personalísima combinación de balada salpicada de trallazos turbo-folk.

Primeros pasos

En la clasificación histórica de Eurovisión, y hasta su última participación oficial (en 1992), Yugoslavia acabó ocupando el lugar 17, gracias a su primer puesto de 1989, y a los tres cuartos puestos obtenidos (1962, 1983 y 1987) a lo largo de sus 27 concursos.

Pese a que el singular evento comenzó a rodar en 1956, la patria de los eslavos del sur no entró en el carrusel, como muchos otros países, hasta principios de los 60. La encargada de asumir tamaña responsabilidad fue una jovencísima Ljiljana Petrović, que se presentó en Cannes con un una "Neke davne zvezde" (disfruten del señorial decorado) muy en la línea de los temas que solían concurrir en los festivales de la época: lo que vendría siendo el cadencioso sonido romántico de orquesta al más puro estilo San Remo. Un 8º puesto (de 15) fue el resultado final.

En aquellos primeros años, como muchos de los participantes eurovisivos, también los responsables yugoslavos optaron por seguir aquella senda sonora tan repetitiva y melosa. Hasta finales de la década, la representación balcánica no pasó de media tabla a excepción de aquel cuarto puesto del 62 de Lola Novaković y su "Ne pali svetlo u sumrak". Y eso que algunos, como el croata Vice Vukov (años después, reconvertido en político) lo intentaron en diferentes ocasiones. Ni siquiera el sarajevita Sabahudin Kurt fue capaz de sacar rendimiento a su sentida participación del 64, en Copenhague, con aquel "Život je sklopio krug" (no se molesten en buscar, apenas existen imágenes en movimiento de aquella edición; se fundieron en un incendio): acabó compartiendo la última posición con Suiza, Portugal y Alemania. Claro, compitió con una virginal Gigliola Cinquietti y su mítica "Non ho l'eta". Dos años después, en 1966, aquel "Brez besed", de Berta Ambrož (sorprendente su parecido inicial con el "Eres tú" que registrarían Mocedades siete años después), que empató a puntos con el dramático y sublime "Yo soy aquel" del joven Raphael, tuvo cierta repercusión en el resto de Europa, pero no sería hasta 1968, cuando los mandamases del aparato cultural eslavo se dieron cuenta de que, a esas alturas de la película, los sonidos masivos habían evolucionado hacia un pop más luminoso. Un año antes, Sandie Shaw había arrasado en Eurovisión con su "Puppet on a string"; en 1965, la pícara de France Gall había dejado boquiabierta a toda Europa con aquella soberbia "Poupée de cire, poupée de son" ideada por el pillín de Serge Gainsbourg; así que Yugoslavia decidió enviar a Londres a Luciano Capurso & Hamo Hajdarhodžić (vamos, la banda folk beat Dubrovački trubaduri), con un pizpireto (pero inocente) "Jedan dan" (todavía andan buscando al responsable del vestuario y la coreografía) que, no obstante, se dio de bruces con la temperamental interpretación de Massiel y su "La, la, la". Así pues, el año siguiente, hasta Madrid, desde Belgrado optaron por mostrarse la mar de educados y desear buenos días en decenas de idiomas con un curiosísimo tema, "Pozdrav svijetu", interpretado por Ivan & 3M. Todo un ejercicio de buenas maneras que debería ser visionado por cualquier ser humano, al menos una vez en la vida, tan sólo por su condición filosófica e interpretativa (Ivan se viene arriba en varias ocasiones). Ante los orondos coristas chillones y el traje de Salomé (dirigía la orquesta... Augusto Algueró), como era de prever, poco había que hacer con tanta cortesía.

Oscuros 70

Los 70 fueron increíblemente injustos con Yugoslavia. También es verdad que competir con himnos pop como "Beg, steal or borrow" (New Seekers), "Eres tú" (Mocedades), "Ding dinge dong" (Teach-In), "Save you kisses for me" (Brotherhood of man) y, sobre todo, la indescriptible "Waterloo" (ABBA), era una empresa harto complicada. Si en 1970 concurrió la angelical Eva Sršen con una bella "Pridi, dala ti bom cvet", una edición después, Kićo Slabinac (sí, todos pensamos lo mismo de su casaca) apuntó maneras con un "Tvoj dječak je tužan" repleto de vistosos arreglos, aunque tan sólo la popular Tereza Kesovija fue capaz de colocarse entre los diez primeros, tras comerse el escenario con su emotiva "Muzika i ti".

Un año más tarde, en 1973, se produjo una de las mayores infamias de la historia de Eurovisión, cuando el épico y magnífico "Gori vatra" del sarajevita Zdravko Čolić, el Nino Bravo de los Balcanes, fue castigado con un vergonzoso antepenúltimo puesto. Compuesta por otro grande de la canción yugoslava, Kemal Monteno, "Gori vatra" es una grandiosa pieza repleta de vistosos arreglos orquestales aderezados con punzantes guitarras eléctricas que, en la garganta de Čolić alcanza cotas de maravilla artística. Un año después, los yugoslavos, que ya no sabían qué hacer para que les tomaran en serio, en un acto de valentía total, trataron de abofetear al universo eurovisivo con un arriesgadísimo "Moja generacija", ideal ejemplo de música progresiva interpretado magistralmente por unos de los reyes de la psicodelia balcánica, Korni Grupa. Como imaginarán, tampoco hubo suerte: Puesto 12 para una edición en la que arrasó ABBA.

Después del puesto 13 logrado por Pepel in Kri con su "Dan ljubezni", en 1975, y, sobre todo, el incomprensible último lugar de unos por entonces famosos Ambasadori, con "Ne mogu skriti svoju bol", en 1976, Yugoslavia dijo basta, y ninguno de sus ciudadanos volvió a pisar un escenario eurovisivo hasta después de muerto Tito. Fue en 1981, en Dublín, cuando el vocalista del grupo rock Teška industrija, Vajta, concurrió con una fofa "Lejla", muy en la línea del medio tiempo del clásico vocalista italiano. Pasó con más pena que gloria, como aquel eurovisivo "Halo, Halo" del 82, de Aska (sí, el coreógrafo debió ser el mismo de aquellos Dubrovački trubaduri).

Breve época dorada

Y fue entonces cuando, un año después, en 1983, hasta Munich se dejó caer un jovencísimo Danijel. Su pinta de yerno ideal (esa imagen calcada por Michael J. Fox, años después) y una pegadiza "Džuli" (interpretada no con demasiado ímpetu) deslumbraron a media Europa. Él quedó cuarto, pero el simpático tema fue editado en decenas de países y sigue figurando en muchas de las listas míticas del certamen.

A partir de aquí, las tonadillas de Yugoslavia adquirieron una nueva dimensión, y algunas de ellas comenzaron a sonar como claras favoritas. Fue el caso de aquella oda al hipo titulada "Ja sam za ples" (1987), interpretada por unos Novi Fosili que llevaban muchos años frecuentando los concursos que se organizaban en su país para decidir el representante nacional, o aquella coqueta "Mangup" de la banda croata Srebrna Krila, del 88, año redondo para una jovencísima Céline Dion que se alzó con el triunfo representando a ¡Suiza!

La euforia balcánica, no obstante, se desató en 1989. Ironías de la vida, Yugoslavia se hacía con su único primer puesto eurovisivo, en la "neutral" ciudad de Lausana, justo cuando la amenaza de desintegración del país era más evidente. Los mensajes nacionalistas atronaban desde Zagreb, Belgrado y Ljubljana, mientras un grupo de la localidad croata de Zadar, Riva, convencía con su marchoso "Rock me". Un año después, en un ambiente tremendamente enrarecido, el Vatroslav Lisinski Concert Hall de Zagreb albergaba una gala en la que el popero "Hajde da ludujemo", de Tajči poco tuvo que hacer con un "Insieme: 1992", de Toto Cotugno que, nueva ironía del destino, era un canto a la unidad europea. Tan sólo ochos días después, también en Zagreb, hinchas del Dinamo de Zagreb, el Estrella Roja de Belgrado y la policía acababan a mamporrazos,

en un suceso que dio la vuelta al mundo a través de una instantánea: la del futbolista croata Zvonimir Boban propinando una soberana patada karateka a un guardia de porra fácil.

El fin de una era

A partir de aquí, poco más que una rápida agonía. En 1991, Yugoslavia enviaba a competir, a Roma, a Baby Doll y una facilona pieza, "Brazil". Hija de un músico de jazz, Dragana Šarić acumulaba, pese a su juventud, años de experiencia, incluso, en el Sheraton de El Cairo, donde fue contratada como cantante. Después de intentarlo en diversas ocasiones, finalmente fue elegida por su país para acudir a Eurovisión. Una elección que, a esas alturas de la película, estuvo rodeada de cierta polémica, ya que algunas repúblicas denunciaron que el propio Milošević se empecinó en que una serbia debía ser quien defendiera el honor patrio. El resultado: Un punto. Era el 4 de mayo de 1991. Poco más de un mes después, Eslovenia y Croacia declaraban su independencia. Poco más tarde, comenzaron a sonar los kalashnikov.

La presencia, el 9 de mayo de 1992, de Extra Nena y su dramática "Ljubim te pesmama", en Malmoe, resultó tan histórica como emotiva. Su elección había sido confirmada por la radiotelevisión serbia (se trataba, realmente, de la representante de la posterior federación entre Montenegro y Serbia). Fue la última vez que el nombre Yugoslavia apareció en los paneles de votación de Eurovisión. El sitio de Sarajevo se había iniciado poco más de un mes antes.

En 1993, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Eslovenia fueron aceptadas por la organización. Poco a poco, lo fueron el resto de repúblicas. Hoy en día, todas ellas participan en un evento que, en el momento de las votaciones, logra despertar la chanza y sorpresa en los seguidores eurovisivos que ven como aquellos países se premian entre ellos, año tras año. Curiosamente, para consuelo de los nostálgicos de aquella Yugoslavia, es posible que la cita musical europea siga siendo una de las más vistosas maneras de reivindicar aquel sueño de unidad que, en muchos sectores de la ciudadanía de aquellos pueblos, cada día tiene más adeptos.

(Fuente: Sevda linkas)

Enlaces de interés:

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