CASA BALCANES
  Cultura   Croacia 21/07/2013

De madre-coraje a suegra hostil

La relación madre-hijo en las canciones croatas

Ésta es la investigación de una madre que en lugar de limitarse a padecer el síndrome del nido vacío, se plantea la dinámica de afecto madre-hijo. Una madre croata de segunda generación para más señas, lo que le hace abordar el objeto de su estudio en esa relación desde las canciones que unos cantan a otras y viceversa, tan importante para sus ancestros, pues como Mary Valentich dice, "el croata es un pueblo muy musical y expresivo, especialmente amante de cantar. Creo que sus canciones revelan lo que es verdaderamente importante para ellos" y añade retomando un editorial del Zajednicar, mientras los cantantes occidentales cantan a sus esposas y novias, sus perros, sus cuatro ruedas, motos, etc., y el rock 'n roll y los crooners populares cantan baladas sobre amores perdidos y presentes, los croatas cantan más a sus madres y a la Santísima Madre, más que a cualquier otra cosa".

Dejando a un lado lo acertado del comentario periodístico, la trabajadora social canadiense quiere llenar con su análisis, sobre "Madres e hijos en las canciones croatas" el hueco existente en la literatura de la emigración croata en su país y en EEUU y al tiempo solventar los dilemas que otras madres como ella han experimentado con el abandono del hogar por parte del hijo, aprendiendo cómo sus antecesoras se enfrentaban a la marcha de los suyos de la stari kraj.

El suyo es un proceso de escucha de canciones cantadas por las primeras oleadas de inmigrantes a América del Norte a partir de 1900, que suplían la ausencia de la madre alojándose na boort, en pensiones a cargo de otras mujeres croatas dedicadas a hacer las faenas de la casa para estos hombres de la mina y la siderurgia, obreros manuales que encontraban en los momentos de confraternización con sus compatriotas remedio para las promesas incumplidas de ese sueño roto de la tierra de la abundancia. Otras tonadas son las tarareadas por la gente de la calle, fueran ellos o ellas, las madres, que sin ser estrictamente folclóricas han sido cantadas en Croacia en las dos últimas décadas, a las que tuvo acceso a través de un programa semanal en una emisora canadiense sobre la música croata y en las que encontró el retrato de esas madres huérfanas de hijos en los años previos a la segunda guerra mundial. Mayoritariamente hijos varones, porque aunque también hay canciones que reflejan la relación madre-hija, eran ellos quienes se embarcaban en busca de fortuna.

Entonces se cantaba a la infelicidad, a la madre o al regreso a la patria. Pensemos en aquel inmigrante desarraigado que al plantar sus pies en la tierra prometida descubre "que las calles no estaban asfaltadas de oro". Enfrentado a su suerte y más si no contaba con una pareja que le alegrara las tardes solitarias después del trabajo entona cosas como "Dear Mother, What are You Doing?" (Querida madre, ¿qué estás haciendo?) donde el enmadrado soltero a la fuerza le relata las judías, nabos, setas y otras delicias con las que se alimentaba en las acerías, mientras la madre le alivia prometiéndole que el otoño le traerá una moza rubia de ojos oscuros, con un trasfondo de culpa, por no haber intercedido antes de partir como casamentera para el hijo.

Ej dear mother, what are you doing, what are you doing

That the young woman doesn't marry me, doesn't marry me?

Ej joj joj - kasha and beans

Salted turnips and corn meal mush-that's my life!

Un sentimiento de culpa más acentuado si cabe que Valentich encuentra en "Mother, mother" (Madre, Madre) que va más allá pues, la desgracia en el amor se percibe de forma melodramática

Damned be my fate,

My misfortunes are my destiny.

0 mother, mother, why did you bear me

When I don't have any luck!

y el remedio no puede ser otro que ahogar las penas en alcohol, al ritmo de la tambura de una gitana. Más exagerado aún el protagonista de "My mother has only one" (que traduciremos por algo así como "El hijo único"), donde el hijo pródigo es más una carga que una alegría para una madre que aguardará sin esperanza las remesas del hijo, entregado a la juerga permanente, su "becarku", mientras se imagina a la madre envejecida, recriminando con acrimonia su conducta.

My mother, my mother

Scolds and abuses me, but the bachelor life

Extends its hot lips.

And he concludes, this lost soul:

I'll grieve and I'll grieve (the loss of)

My father and mother, but I can't get over,

But I can't get over the fiery carousing life.

Pero no todas las madres se iban a quedar conformes con el hijo díscolo, pues en "Mother is cursing me", la del protagonista despotrica de sus ausencias hasta el amanecer y se lamenta de haberlo echado al mundo, mientras él asegura estar a tiempo de arrepentirse. Ya casado, será su esposa quien lo reciba Biblia en mano tras la curda nocturna, tachándolo de mal ejemplo para los hijos, a lo que él responde que

Give it up children. You'll be better,

And I'll drink according to my wishes.

Según la autora, el acto de contrición cantado en la taberna resultaba más fácil para el pecador que el reconocimiento de las culpas, sin que ello suponga que la emigración croata estuviese compuesta mayoritariamente de hombres de vida disoluta, poniendo como ejemplo a su propio padre que "nunca se olvidó de que había tenido que pedir dinero prestado a un amigo de la familia en Croacia para pagar su pasaje a Canadá en 1925" o a su abuelo quien "pese a haber trabajado en Pittsburgh durante años, nunca logró ahorrar, pero siempre sacaba tiempo y dinero para beber y cantar".

El papel de la madre es el "Pepito Grillo" de la familia, frente al hijo irresponsable en canciones como "I'm hiccuping", donde el borrachuzo se queja de una madre castradora que no le permite disfrutar sin cargo de conciencia de sus acompañantes femeninas, pero también el de la madre idealizada de la infancia, meciendo la cuna, protectora, doliente, hasta que el pollito vuele del nido, como en "Mother", a la que sólo se otorgará el reconocimiento que merece su abnegación cuando el hijo tenga familia. Aquello tan castizo de "cuando seas padre comerás huevos fritos". Como reflexiona la autora, son madres sacrificadas que perpetúan los valores de la moral tradicional, guiando al hijo descarriado e impidiendo el desfloramiento de la hija, empresa de la que Valentich dice no tener constancia del éxito, si bien en varias de las canciones se refleja la entrega sana y salva de la muchacha.

Por último, entre las canciones prebélicas, de la II, se entiende, están las que glosan el regreso a la patria como "Mother, dear mother", en la que el hijo cual Ulises rememora a la madre como una Ítaca a la que regresar, casi con las mismas dudas que Odiseo sobre si su Euriclea habrá resistido la distancia e implorando que no muera. La angustia de un retorno que en la mayoría de los casos no se produjo era el consuelo de estos inmigrantes, con la convicción a la vez de un cierto sentido calvinista de la vida, con poco espacio para huir de la predestinación de cada cual, salvo los momentos de compadreo y canciones en el Croatia Hall o en los picnics que organizaban en el bosque.

Desde los ochenta en adelante Mary Valentich recupera canciones de moda, tanto en Croacia como en el extranjero, sean canciones de añoranza y vuelta, de lamento, de separación, de gratitud a la madre o de separación. En cuanto a las canciones de regreso como "Return", son temas poéticos que encajarían a cualquier inmigrante, incluido Juanito Valderrama con topois literarios como el de

Night is descending and snow is falling,

My cry is lost beneath the mountain.

siempre con la ansiedad de que el fuego del hogar se haya extinguido, sea demasiado tarde para volver y nadie lo espere. En "To you, mother, my thoughts fly", el sentimiento podría parecer extraído de la letra de la cabecera de "Heidi" con esos pensamientos volanderos por campos y montañas que extrañan a la madre de manos tersas y ojos dulces. Un tono más cursi, desde luego que el que la canadiense descubre en "Tears of my mother", donde el hijo se rebela contra la suerte que los separa, muerta ya la madre o en "Mother", que explicita el dolor maldiciendo a la pobreza que ha arrancado a los croatas de su tierra y pidiendo a la madre que mantenga viva la llama:

The hearth is too dear

Tend it, mother

For it is our destiny.

Dos canciones que coinciden en el título, "Write to me, mother", juegan con el sufrimiento del hijo exiliado que pide noticias de su kraj, su terruño, mientras oculta su dolor, beskrajnu tugu, y con la añoranza del Adriático

With each wave

I sit up on it.

y todos los elementos de su hogar, el viejo laurel, el pinar, los vecinos, los barcos que arriban.... En esa misma línea, la madre de "Son, return", le previene muy sagaz de dejarse arrastrar por la distancia y por un mar extranjero, tan distinto de el mar azul de su tierra.

Quizá por ello hay hijos como los de "Something for Goodnight" que echan en cara a la madre su falta de ternura, hijos demandantes como el de "Old mother" y otros que sufren la pérdida como en "Mother", alabando lo incomprendido de su entrega. Aunque los hay menos quejosos y más agradecidos como los que entonan "To you, mother" o "A thousand songs to mother", modelos de absoluta dedicación a la familia y referentes del hijo ausente que puede estar tranquilo de que ellas les chafardearán todo lo que ocurra en su amada tierra. Tan dilecta que Valentich detecta la exaltación nacional en canciones como "Croatian mother", con elementos tan patrióticos como la madre halcón que da la vida por sus polluelos como la nación que hizo de él un croata leal (Zivjela Hrvatska, Viva Croacia) o el más épico de "Mi hijo", que ensalza a la madre al más puro estilo espartano, pues envía a su hijo a la batalla, sabedora de que Croacia sobrevivirá mientras haya hijos como el suyo. Canciones identitarias borradas del mapa durante los años de Tito, pero que se recuperaron en los años de la tradición heroica consiguiente a toda independencia.

Para Mary Valentich en los compartimentos estancos de esta ficción no hay lugar para la confidencia, para compartir verdaderamente el dolor, por la importancia que la vergüenza, sramota, tiene para los croatas y por el halo de veneración que rodea a la figura materna, que querrá al hijo por encima de todo, frente a un padre que encabeza la estructura familiar, encarna la disciplina y al que no se canta, salvo raras excepciones. Una adoración que se acrecentó tras la caída del comunismo, al abolirse el culto católico y se revitalizó en la peregrinación a la iglesia de Marija Bistrica o el santuario de Medjugorje.

Adoración a veces odiosa si pensamos en lo que St. Erlich, en su estudio de 300 pueblos de Yugoslavia realizado entre 1937 y 1941, concluye y que Valentich apunta: "En las canciones de amor sobre el anhelo de un joven pora una chica, o el deseo de una chica hacia el chico de su elección, por detrás de la persona amada, nos encontramos con la madre. Constantemente escuchamos, "pregúntale a la madre", "dice la madre", "madre no me deja", "a madre le gustas". En el clásico rol de suegra hostil. A lo que la investigadora feminista pone un punto ácido en referencia a su papel de esclavas de los hijos, bromeando sobre las madres que desmenuzan la comida para sus hijos y que hacen de esta función oral una forma de expresar su amor a los suyos, interfiriendo en su crecimiento emocional y social, algo que tal vez intentaron trasladar a sus relaciones de pareja y pudo generar falsas expectativas.

Y no pensemos que el género familiar ha decaído, pues sólo hay que buscar en la fonoteca a intérpretes como la cantante de jazz Jelena Ana Milcetic, más conocida por su nombre artístico, Helen Merrill, que representa esa música dolida de los inmigrantes que, como sus padres, vinieron de sitios tan lejanos como la isla de Krk. En sus canciones están los sonidos del pop junto al folclore como en "Ti Si Rajski Cvijet" ("You Are A Flower from Paradise") y versiones como "I'll Take You Home Again, Kathleen" que su madre le cantaba de niña y en la que se recrea esa nostalgia por la lejanía de la patria o el "My Father" de Judy Collins, en el que la cantante de ascendencia croata se reencuentra con los sentimientos de sus padres: "mi padre nunca vivió en Ohio ni fue minero del carbón. [...] Cuando mis padres fueron a EEUU para mejorar sus vidas, abandonaron muchas cosas. Algo que era cierto para la mayoría de los inmigrantes, no importa de dónde viniesen. Sabían lo que significaba sacrificarse".

Autora: Alicia González

Os dejamos con un video de esa exaltación a la maternidad hace un año en un jardín de Cleveland

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