“Si alguien estuviera matando pingüinos tal y como los serbios matan al pueblo bosnio, el mundo habría intervenido ya para tomar medidas rápidas y severas”. Ervin Rustemagić en un fax a Joe Kubert (Fax From Sarajevo)
“Ojalá Sarajevo-Tango no hubiera existido”. Hermann en su página web
Hermann recibió durante casi dos años los faxes de su
representante y amigo Ervin Rustemagić; realizó mil trámites
burocráticos para sacarlo de Sarajevo, implicándose en la tragedia.
Cuando su amigo había conseguido salir de la ciudad, siguió comprobando
como la guerra y el horror se prolongaba en el tiempo mientras las
potencias occidentales mostraban la más terrible de las inacciones:
aquella que por no hacer nada provocas el sufrimiento de miles de
personas.
En octubre de 1995, harto de ver como el horror continuaba, publicó Sarajevo-Tango; envió copias de su obra a cientos de políticos, periodistas y personalidades internacionales (entre ellos el entonces presidente Felipe González o el rey Juan Carlos) y cedió todos los derechos a la agencia del en ese momento refugiado Rustemagić, la Strip Art Features.
Sarajevo-Tango no es una obra perfecta ni el mejor trabajo de
Hermann. Es lógico si pensamos en la implicación personal del autor con
los hechos que describe. Sale del estómago. Es un grito de rabia e
indignación claro y conciso que se mueve a tres niveles muy diferentes y
por ello no es todo lo compacto que se espera del creador de Las torres
de Bois-Maury (y vuelvo a repetir que no tenía porque serlo). Por un
lado, el vehículo narrativo de la historia: la aventura de un mercenario
que acude a rescatar a una niña. El nudo argumental y vehículo que
transporta al lector a una ciudad sitiada durante años. El héroe es, de
hecho, un personaje amoral, que se mueve por dinero pero que al final
reacciona. Por otro lado, la plamación del horror para sacudirnos del
letargo, mostrando la limpieza étnica o la presencia de los miserables
francotiradores; Hermann lo consigue gracias a sus magníficos dibujos y
a sus geniales colores cargados de atmósferas impresionistas.
El tercer nivel, del que carecen el resto de obras aquí comentadas,
es salvajemente paródico. Hermann se explaya y ridiculiza las fuerzas
internacionales: los cascos azules llevan barretina de pitufo; la sede
de la ONU es un enorme queso de Gruyêre; sobre Sarajevo vuelan globos
con la forma del dedo acusador del presidente de la ONU, Boutros-Ghali,
globos que se deshinchan con facilidad. Mención especial merece una
escultura que muestra las naciones europeas en precario equilibrio
alrededor de una bandera de la UE que luce en su centro un fláccido pene
(al que le faltan los cojones).
Sarajevo-Tango es un cómic que juega sus mejores bazas como vehículo de protesta. Y protesta con fuerza. Nadie escapa al ridículo por sus faltas y debilidades respecto a la tragedia, ni siquiera la clase media de las democracias occidentales (o sea, nosotros) más preocupados por reunirnos delante del televisor para ver un partido de fútbol. Desde luego, no deja indiferente y ese era el objetivo del autor. No podemos pedir más pues somos nosotros quienes hemos de aportar la reflexión que esta obra merece.
“En este momento se oyen los cañones que bombardean la ciudad desde las montañas circundantes, y un abundante fuego de ametralladoras. De algún modo, nos hemos acostumbrado a vivir con ello”. Ervin Rustemagić en un fax a Muriel Kubert (Fax from Sarajevo)
Otro de los autores que recibía los faxes de Ervin Rustemagić era
Joe Kubert, todo un clásico del cómic norteamericano. Polaco emigrado a
los EE.UU. cuando sólo era un recién nacido, Kubert fue un dibujante
precoz que en plena adolescencia ya trabajaba en la industria como
aprendiz en un estudio. Su dibujo vigoroso y ágil, de narrativa
impecable y precisa, de dramáticas composiciones y héroes musculosos de
facciones duras, lo entronca estilísticamente con una tradición de
tebeos de aventuras en la que encontramos nombres que van de Milton
Caniff a John Buscema. De entre su vasta producción, buena parte
realizada para la DC Comics (Batman, Flash, Hawkman) destaca su enérgica
visión de Tarzán y un par de cómics bélicos que se alejaban del
estereotipo para contar historias no siempre agradables: Enemy Ace y,
especialmente, el Sargento Rock.
Además de varias novelas gráficas de interés (una de ellas, Abraham Stone, producida para la agencia de Ervin Rustemagic) otro de los grandes logros de Joe Kubert fue la fundación en 1976 de la primera escuela norteamericana dedicada a la enseñanza de la narrativa gráfica, The Joe Kubert School of Cartoon and Graphic Arts. Tampoco podemos olvidar que dos de sus hijos. Adam y Andy, han seguido los pasos de su padre y son, en la actualidad, importantes dibujantes para la Marvel.
En 1996 Kubert convirtió los faxes de Rustemagić recibidos en la
novela gráfica Fax from Sarajevo, el relató de la lucha del
editor balcánico y su familia por sobrevivir. Reproduciendo muchas de
esas misivas desesperadas en los que se da cuenta, por ejemplo, de la
limpieza étnica o de la presencia de francotiradores. Las senciones
plasmadas son muchas. La angustia, las crisis nerviosas, los arriesgados
viajes al centro de Sarajevo en un coche protegido de los
francotiradores con placas de metal y, curiosamente, comic-books; la
destrucción de todo su trabajo, de sus oficinas, de los originales que
guardaba; el horror de la guerra y esa extraña sensación que debe ser
acostumbrarse a sus sonidos, un chip supongo que indispensable para no
enloquecer que muestra los extraños recursos del cerebro humano; los
infructuosos esfuerzos diplomáticos de sus amigos (Hermann, Hugo Pratt,
el mismo Kubert). Una aventura que nadie querría vivir en la que, con
razón, la figura de Rustemagic a menudo se idealiza y luce el aspecto
viril de los héroes de Kubert.
En comparación con la obra de Hermann, Fax From Sarajevo
resulta más inocente, quizás más del gusto norteamericano; a menudo
recuerda el cine de Frank Capra o denota la huella del mejor Will Eisner
en alguno de sus dibujos de seres humanos desamparados. Aunque tampoco
estamos ante un tebeo perfecto, a cambio trasciende pasión y resulta una
lectura francamente interesante.