“18 millones de personas en la miseria. Desplazados, apátridas nacidos en países que ya no existen, prisioneros liberados (...) y a estos desgraciados hay que sumar los desertores, delincuentes comunes, colaboradores y verdugos huidos”. Mayor británico de las fuerzas aliadas en la zona, febrero de 1946 (El Decálogo IV: El juramento).
       Hasta ahora todo han sido visiones de extranjeros, aunque opinan, 
      adaptan testimonios e incluso visitan la zona en conflicto. ¿Y los 
      autores de origen balcánico? Creo que el más interesante de todos es el 
      esloveno Tomaž Lavrič, también conocido por las siglas TBC. Ha tratado 
      el conflicto en diversas ocasiones (Diareja) y lo seguirá 
      haciendo (como verán en el anexo de actualización a este texto). Como 
      TBC firma el dibujo de El juramento, cuarta entrega de El 
      Decálogo, algo irregular serie francesa compuesta por historias 
      auto conclusivas (algunas magníficas, otras flojas) que giran alrededor 
      de una versión secreta y maldita del Corán. El Juramento está ambientado 
      en la Yugoslavia saliente de la Segunda Guerra Mundial, pero a lo largo 
      del relato se perciben los sucesos actuales. La guerra separa en 
      diferentes bandos a un grupo de amigos de juventud; el odio y la 
      venganza se imponen al amor y a la amistad. Pese a suceder medio siglo 
      antes este álbum tiene presente que la misma lucha y los mismos 
      resultados volverán a darse en el futuro.
      Hasta ahora todo han sido visiones de extranjeros, aunque opinan, 
      adaptan testimonios e incluso visitan la zona en conflicto. ¿Y los 
      autores de origen balcánico? Creo que el más interesante de todos es el 
      esloveno Tomaž Lavrič, también conocido por las siglas TBC. Ha tratado 
      el conflicto en diversas ocasiones (Diareja) y lo seguirá 
      haciendo (como verán en el anexo de actualización a este texto). Como 
      TBC firma el dibujo de El juramento, cuarta entrega de El 
      Decálogo, algo irregular serie francesa compuesta por historias 
      auto conclusivas (algunas magníficas, otras flojas) que giran alrededor 
      de una versión secreta y maldita del Corán. El Juramento está ambientado 
      en la Yugoslavia saliente de la Segunda Guerra Mundial, pero a lo largo 
      del relato se perciben los sucesos actuales. La guerra separa en 
      diferentes bandos a un grupo de amigos de juventud; el odio y la 
      venganza se imponen al amor y a la amistad. Pese a suceder medio siglo 
      antes este álbum tiene presente que la misma lucha y los mismos 
      resultados volverán a darse en el futuro.
    
“¡Eh! ¡¿Cuál es el mejor grupo del mundo?!”
“¡Metallica!”
“¡Yeah! ¡Son de los nuestros! ¡Coño, estamos por todas partes!”
Conversación a gritos entre bosnios y serbios en las trincheras del frente (Fábulas de Bosnia)
       Pero al hablar de Tomaž Lavrič es necesario detenerse en Fábulas 
      de Bosnia; publicado en 1999, en mi opinión es el segundo gran cómic 
      sobre la guerra de los Balcanes. El álbum se compone de diversos 
      relatos, cada uno de ellos con el título dedicado a un animal (como las 
      fábulas tradicionales) y con el nexo narrativo de un avión de las 
      fuerzas de seguridad de la OTAN que sobrevuela la zona. Lavrič adopta un 
      punto de vista alejado de ideologías y se centra en los seres humanos. 
      Son escasos los detalles que nos sirven para ubicar lugares o bandos de 
      guerra. Todo un acierto porque las víctimas y sus verdugos están en 
      todos los bandos enfrentados, e incluso en el exterior. El dibujo es 
      expresivo, casi virulento y no exento de cierta poesía, donde el blanco 
      y negro resulta tan arrebatado como impresionante.
      Pero al hablar de Tomaž Lavrič es necesario detenerse en Fábulas 
      de Bosnia; publicado en 1999, en mi opinión es el segundo gran cómic 
      sobre la guerra de los Balcanes. El álbum se compone de diversos 
      relatos, cada uno de ellos con el título dedicado a un animal (como las 
      fábulas tradicionales) y con el nexo narrativo de un avión de las 
      fuerzas de seguridad de la OTAN que sobrevuela la zona. Lavrič adopta un 
      punto de vista alejado de ideologías y se centra en los seres humanos. 
      Son escasos los detalles que nos sirven para ubicar lugares o bandos de 
      guerra. Todo un acierto porque las víctimas y sus verdugos están en 
      todos los bandos enfrentados, e incluso en el exterior. El dibujo es 
      expresivo, casi virulento y no exento de cierta poesía, donde el blanco 
      y negro resulta tan arrebatado como impresionante.
    
       A través de 84 páginas conoceremos personas anónimas que sufren la 
      guerra: refugiados hambrientos que llegan al mundo occidental (y que 
      como ya hemos visto en el Gorazde de Sacco son recibidos con desprecio; 
      conoceremos periodistas que acuden a cubrir aparentes acuerdos de paz 
      que, en realidad sólo sirven para ganar tiempo para la masacre étnica; 
      políticos despreciables; niños que juegan y sueñan mientras los 
      francotiradores afinan sus teleobjetivos. Destacan, en especial, las dos 
      historias más extensas. En El Perro, un deficiente mental 
      enrolado a la fuerza entre los chetniks destroza la teoría de la 
      felicidad de los imbéciles (su condición mental no le sirve para 
      desconectar de su condición de víctima) y su mascota, un pitbull, se 
      convierte en todo un símbolo (terrible) de la salvaje vileza que le 
      rodea. Diría que vileza (y maldad) inhumana pero la verdad es que si la 
      provocan seres humanos es humana. El otro gran relato es El Mulo, 
      situado en un frente de trincheras donde el fanatismo y el odio se 
      anteponen a los puntos en común que tienen los contendientes de un lado 
      y del otro de las zanjas.
      A través de 84 páginas conoceremos personas anónimas que sufren la 
      guerra: refugiados hambrientos que llegan al mundo occidental (y que 
      como ya hemos visto en el Gorazde de Sacco son recibidos con desprecio; 
      conoceremos periodistas que acuden a cubrir aparentes acuerdos de paz 
      que, en realidad sólo sirven para ganar tiempo para la masacre étnica; 
      políticos despreciables; niños que juegan y sueñan mientras los 
      francotiradores afinan sus teleobjetivos. Destacan, en especial, las dos 
      historias más extensas. En El Perro, un deficiente mental 
      enrolado a la fuerza entre los chetniks destroza la teoría de la 
      felicidad de los imbéciles (su condición mental no le sirve para 
      desconectar de su condición de víctima) y su mascota, un pitbull, se 
      convierte en todo un símbolo (terrible) de la salvaje vileza que le 
      rodea. Diría que vileza (y maldad) inhumana pero la verdad es que si la 
      provocan seres humanos es humana. El otro gran relato es El Mulo, 
      situado en un frente de trincheras donde el fanatismo y el odio se 
      anteponen a los puntos en común que tienen los contendientes de un lado 
      y del otro de las zanjas.
    
 Balcanes 
        19/08/2013
        Balcanes 
        19/08/2013