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  Sociopolítica   Balcanes 26/04/2013

Jovan Divjak

Autor: Albert Lázaro-Tinaut

El viernes 4 de marzo de 2011, el transeúnte recibió un escueto correo electrónico en francés de su amiga bosnia Džana: “Buenos días, Albert, espero que estés bien. Sólo quería informarte de que el general Divjak fue detenido ayer en Viena por la Interpol, a instancias de Serbia. Todavía no se sabe por qué… Hasta pronto”. Para los bosnios, Jovan Divjak es todavía “el general”, pese a que abandonó voluntariamente el ejército del país, que había colaborado a formar en 1992 [1], tras unas desavenencias políticas con el presidente del país, Alija Izetbegović.

El azar quiso que el transeúnte conociera a Jovan Divjak el 30 de octubre de 2008 durante un vuelo entre Liubliana y Sarajevo, en un avión esloveno tan pequeño que ni siquiera se podía llevar en él el equipaje de mano: había que dejarlo en un carrito junto a la escalerilla para que viajara en bodega. Al pie de aquella misma escalerilla había un expositor con distintos diarios, y el transeúnte se hizo con un ejemplar de Le Monde, el único periódico no eslavo de los que se ofrecían.

Junto a él se sentó un hombre corpulento y de aspecto recio, que había estado hablando animadamente, en serbocroata, con un pequeño grupo de pasajeros hasta que el comandante asomó la cabeza y pidió que todo el mundo se sentara y se abrochara los cinturones. El transeúnte, junto a la ventanilla, se puso a leer el diario y, mediado el vuelo, su compañero de asiento se le dirigió en francés:

–¿Es usted periodista? –le inquirió de sopetón.

–No, no soy periodista.

–Y, si no soy indiscreto, ¿qué le lleva a Sarajevo?

Así iniciaron una conversación que duraría todo el resto del viaje, el cual se prolongó volando en círculo, entre espesos nubarrones negros, hasta que el comandante recibió autorización para aterrizar; en ningún momento habló de sí mismo. Eran poco más de las 16 horas, pero la noche ya había empezado a caer sobre la capital bosnia, pues el país, situado mucho más a levante, comparte huso horario con España.

–Le espera alguien en el aeropuerto.

–No. Tengo algún contacto en Sarajevo, he de telefonear a algunas personas con las que he quedado, pero no me espera nadie.

El hombre le dio al transeúnte una tarjeta, le pidió que le llamara por teléfono al día siguiente y le dijo que al bajar del avión lo siguiera. Cuando llegaron, caminando bajo una ligera llovizna, a la terminal, y mientras el resto de pasajeros se disponía a guardar cola ante la cabina de control de la policía, el hombre hizo un gesto enérgico para que el transeúnte, un poco desorientado en aquel momento, fuera tras él y otros dos hombres, y se dirigió a la puerta de autoridades, donde fue saludado con respeto y un amago de reverencia por el policía que la guardaba. Dijo algo, el policía tomó el pasaporte del transeúnte y, sin ni siquiera identificarlo, estampó el sello de entrada en una de las páginas.

El hombre que lo invitaba a seguirlo caminaba a buen paso. Se detuvieron ante la cinta por donde deberían salir los equipajes y dijo que iba un momento al baño. Las maletas y los bultos no tardaron en aparecer: ya con el equipaje en la mano, él apresuró todavía más el paso hasta encontrarse, a la salida de la terminal, con un joven bosnio. Se dieron la mano mientras se sonreían mutuamente e intercambiaban unas palabras; el muchacho recibió unas breves órdenes, tomó el equipaje de ambos y lo llevó, bajo una lluvia algo más intensa, hasta un todoterreno aparcado a poca distancia, y entonces el hombre le dijo al transeúnte, después de preguntarle dónde se alojaría:

–Lo acompañaremos al centro, que está bastante lejos, y allí podrá tomar un taxi hasta su hotel.

Ya había anochecido por completo. Por el camino, aquel hombre le fue mostrando al transeúnte extranjero diversos edificios al tiempo que mencionaba algunos hechos bélicos que habían tenido lugar en puntos muy concretos del itinerario durante la guerra de Bosnia (1992-1995). También le iba indicando el paso de una a otra de las cuatro municipalidades (gradske općine) –divididas, a su vez, en comunidades locales (mjesne zajednice)– que conforman la ciudad, de oeste a este: Novi Grad (la ciudad yugoslava, levantada durante el régimen de Tito), Novo Sarajevo (edificada después de la primera guerra mundial), Centar (la ciudad austrohúngara) y, al final, Stari Grad, la ciudad vieja o histórica de reminiscencias otomanas.

El vehículo recorrió casi de extremo a extremo el larguísimo bulevar Meše Selimovića, que durante el sitio de la ciudad fue denominado Snajperska aleja (‘avenida de los Francotiradores’, quizá más conocido por su denominación inglesa: Sniper Alley [2]), que cruza longitudinalmente la conurbación de Sarajevo a lo largo de unos diez kilómetros.

Al llegar a Sibilj, la bella plaza triangular en el centro neurálgico del popular barrio de la Baščaršija, donde bulle la vida del casco antiguo de Sarajevo, el automóvil se detuvo, el joven conductor sacó el equipaje del transeúnte y el hombre que tan bien lo estaba atendiendo fue a hablar con los taxistas que aguardaban en una parada muy próxima. Le hizo un gesto al transeúnte para que se acercara:

–Este hombre lo llevará hasta su alojamiento –dijo.

–Pero... ni siquiera he tenido tiempo de cambiar moneda... –replicó, preocupado, el transeünte.

–¿Tiene un billete de 5 euros?

Por fortuna sí, el transeúnte tenía uno.

–Pues ese billete hará más que feliz al taxista –añadió esbozando una sonrisa.

Se despidieron, y el hombre le recordó al transeúnte que debía llamarlo por teléfono al día siguiente por la mañana.

El transeúnte se alojaba en la agradable casa de huéspedes Kandilj, no muy distante del lugar donde había tomado el taxi. De haber conocido la ciudad, hubiera podido llegar a pie en pocos minutos. Allí lo recibió una mujer joven con una amplia y abierta sonrisa, la primera prueba de la hospitalidad balcánica, y lo acompañó hasta la habitación que le había reservado, una estancia limpia y amplia, con tres camas individuales, una mesita baja donde había un teléfono, papel y un bolígrafo, un pulcro cuarto de baño que, sin duda, había sido reformado recientemente, y un generoso ventanal desde la que podía ver el patio por el que se accedía a la casa. Era el lugar acogedor en el cual el transeúnte pensaba pasar cuatro noches, que acabaron convirtiéndose en ocho. Un lugar tranquilo donde el silencio era dueño y señor hasta que el muecín de la vecina mezquita llamaba a oración, a través de los altavoces del almenar, las cinco veces al día que el ritual musulmán establece.

Después de instalarse y refrescarse un poco, el transeúnte bajó al sótano del pequeño edificio, donde estaba la sala para los desayunos, con un rincón amueblado con un par de sofás y el suelo cubierto de alfombras, ante un televisor. Al pie de la escalera que conducía al lugar un ordenador estaba las 24 horas del día al servicio de los huéspedes. Todo sencillo, sin nada que aparentase lujos, salvo unos viejos samovares y algunos objetos de decoración colgados con buen gusto de las paredes y los mantelitos rojos bordados que cubrían las mesas, muy bajas, con sus correspondientes taburetes, más bajos todavía y poco adecuados a la longitud de las piernas del transeúnte, poco acostumbrado a los usos y costumbres orientales.

Sentado ante el ordenador, el transeúnte se conectó a Google y tecleó el nombre escrito en la tarjeta, que no le era del todo desconocido: Jovan Divjak. Wikipedia –con versiones en español e incluso en catalán– despejó sus dudas:

Jovan Divjak (Belgrado, 11 de marzo de 1937) es un antiguo militar bosnio de origen serbio, jefe de diferentes sectores bosnios de la Defensa Territorial (TO) del Ejército Popular Yugoslavo, que abandonó para formar parte del estado mayor del Ejército de la República de Bosnia y Herzegovina (ARBiH) durante la guerra de Bosnia y que llegó al grado de general. Participó activamente en la defensa de Sarajevo durante el asedio de la ciudad, y por eso se le ha conocido como el "serbio que defendió Sarajevo", así como el serbio con una mayor graduación militar en el ejército bosnio, aunque él mismo se ha definido como bosnio en repetidas ocasiones. Desde la finalización de la guerra ha escrito varios libros, y actualmente es director de la organización Obrazovanje Gradi BIH (La Educación construye Bosnia y Herzegovina, OGBH), creada en 1994.

De esa organización era, precisamente, la tarjeta que le había entregado. El ex general Divjak se mostró como un hombre cordial, amistoso, buen conversador, que aquel día llegaba también de Barcelona –donde había participado en unas actividades organizadas por la Universitat Oberta de Catalunya– y había viajado en el mismo vuelo de la compañía eslovena Adria Airways que llevó a ambos de la capital catalana al aeropuerto liublianés de Brnik, donde habían hecho escala. El transeúnte sólo apuntará ahora que en una de aquellas conversaciones, Jovan Divjak le dijo que figuraba en una inmensa lista de supuestos criminales de guerra, pese a que desmentía categóricamente su participación en los hechos que se le imputaban, y que esa espada de Damocles pendía, pues, sobre su cabeza, aunque parecía restar importancia a ello.

Su detención en el aeropuerto de Viena, el pasado 3 de marzo, cuando se disponía a volar a la ciudad italiana de Bolonia, donde había de dar una conferencia, no ha sido la primera de uno de los “sospechosos” que forman parte de aquella lista: en marzo de 2010 ya fue detenido en el aeropuerto londinense de Heathrow otro de ellos, Ejup Ganić –que fue miembro de la presidencia colegiada de Bosnia y Herzegovina–, pero en julio del mismo año la justicia británica desestimó su extradición a Serbia y lo puso en libertad.

Jovan Divjak, por el importante papel que desempeñó en la defensa de Sarajevo durante el largo sitio al que sometió la ciudad el Ejército Popular Yugoslavo (compuesto principalmente por serbios y unos pocos montenegrinos) y las fuerzas de la autoproclamada República Srpska de Bosnia, un asedio que se inició el 5 de abril de 1992 (el día en que Bosnia y Herzegovina proclamó su independencia) y acabó el 29 de febrero de 1996, es considerado por los bosniacos [3] un héroe nacional: las calles de Sarajevo se han llenado ahora de manifestantes que reivindican su inocencia y reclaman su liberación ante la Embajada de Austria.

[1] El Ejército de la República de Bosnia-Herzegovina (Armija Republike Bosne i Hercegovine, ARBiH) fue la primera fuerza armada del país, independizado de Yugoslavia el 5 de abril de 1992. Lo crearon oficialmente, diez días después de la independencia, el bosniaco Sefer Halilović –su primer comandante, que al cabo de pocos meses cedería el mando al también bosniaco Rasim Delić–, el entonces serbobosnio Jovan Divjak y el bosniocroata Stjepan Šiber. Después de la guerra, tras la firma de los Acuerdos de Dayton (noviembre de 1995) se formarían, con la inclusión del Ejército de la República Srpska, las Fuerzas Armadas de Bosnia y Herzegovina (Oružane snage BiH).

[2] Durante la guerra de Bosnia (1992-1995) los snipers (francotiradores serbios) tomaron esta avenida, se apostaron en lo alto de algunos edificios, en las colinas próximas o parapetados detrás de tranvías o autobuses, y disparaban indiscriminadamente contra cualquier civil o militar que se les pusiera a tiro. Fue uno de los episodios más terribles de aquel conflicto, ya que dificultó enormemente el abastecimiento de la ciudad que, en absoluto secreto, se hacía a través de un túnel excavado en las proximidades del aeropuerto, túnel por el que también eran evacuados los heridos más graves. Según los datos recopilados en 1995, esos francotiradores mataron a sangre fría a 225 personas (incluidos 60 niños) e hirieron a otras 1030. Para poder recorrer la avenida, los ciudadanos habían de usar como escudos los blindados de las Naciones Unidas, cuando pasaban por allí, o bien circulaban de noche a toda velocidad con sus vehículos sin encender los faros. Los bosnios le explicaban al transeúnte que se habían acostumbrado a correr zigzagueando en las proximidades de aquella zona para ser blancos más difíciles de alcanzar por los rifles y otras armas automáticas o semiautomáticas que utilizaban los snipers. El transeúnte aconseja la lectura (en portugués) de un testimonio en el blog Escrita em dia, y del libro-cómic El sueño del monstruo, de Enki Bilal (Norma Editorial, Barcelona, 1998).

[3] Conviene distinguir en Bosnia y Herzegovina entre bosniacos (bošnjaci), antiguamente denominados “musulmanes”; serbiobosnios y bosniocroatas, los tres pueblos más importantes que componen el Estado. A éstos hay que añadir varias minorías étnicas.

(Fuente: Transeúnte en pos del norte)

Enlaces de interés:

Le Colonel Jovan Divjak dans les combats de Sarajevo

Diana Jenkins : The Outrageous Case of Jovan Divjak‬

Jovan Divjak 3 May 1992 Evidence against a bogus accusation

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