Entrevista con Lourdes Girón, investigadora gaditana de etno-arqueología
“Conocemos bien la zona del praefurnium, donde se mete
la leña, pero de ahí hacia arriba no lo sabemos nada”. Por eso el año
pasado Lourdes Girón, investigadora de la Universidad de Cádiz, se
marchaba a Serbia, un país donde como nos cuenta “aún hay muchos
alfareros tradicionales, para conocer de primera mano cómo trabajaban”.
Allí contactó con el director del Museo de Ravna, Srbislav Djordjević,
que llevaba también años proyectando construir la reproducción de un
horno romano, porque durante los veranos organizan cursos de cerámica
tradicional a los que asiste uno de los alfareros más famosos del país.
Y de esa coincidencia de intereses surge el proyecto de este horno, cuya
clave reside “sobre todo levantar de la cámara de combustión hacia
arriba, algo que no conservábamos en los restos arqueológicos y para lo
que tenemos que utilizar la etno-arqueología, y así realizar una
hipótesis lo más fehaciente posible”.
Ante nuestro desconocimiento le preguntamos si no se conserva un horno
semejante en ningún otro yacimiento, a lo que Lourdes nos explica que
“hay muchas hipótesis; hay intelectuales y catedráticos que te dicen que
no estaba cubierto, mientras que hablando con alfareros aseguran que esa
disposición es una pérdida de calor y que eso no es posible, porque se
consumiría muchísima más madera, cuando lo que se intentaría es
economizar”. Hipótesis que ella misma ha podido comprobar sobre el
terreno, manchándose las manos en el trabajo de campo y sobre todo,
observando: “Hay que echar muchísima leña. Yo me he dado cuenta ahora y
lo que hemos hecho en Serbia no ha sido más que precalentar el horno con
maderas de los formaletes para hacer la cúpula. En realidad no hemos
hecho todavía la cerámica: eso será el año que viene y las piezas se
mostrarán en una exposición en el Instituto Cervantes de Belgrado”.
Todo un descubrimiento que ha quedado mitigado por los rigores del
verano y la actualidad que devora las noticias de alcance y olvida el
trabajo silencioso de la ciencia, por mucho que hallazgos como éste
supongan una línea de investigación nueva. “Para empezar probamos que
los hornos romanos podían tener perfectamente la cubierta permanente;
con eso queremos probar las diferentes cocciones que se pueden realizar
en los mismos hornos ya sean cocciones oxidantes o reductoras, en las
que la pasta se vuelve “viva” -no es que esté mal cocida sino que
servían sobre todo para elementos de cocina, por ejemplo-. Es decir, en
un mismo horno tapando la chimenea de respiración se podía cocer de una
manera o de otra”.
Para quienes desconocen el pasado romano, incluso imperial de Serbia
irse al país balcánico puede parecer un sinsentido. En este caso las
sinergías de los investigadores jugaron un papel decisivo: “Llevo ya
años investigando, pero en 2010 hago el primer congreso internacional
sobre estudios cerámicos, en homenaje a Mercedes Vegas, y ahí es donde
conozco a Biljana Djordjević que actualmente es la subdirectora del
Museo Nacional en Belgrado. Ella es sobre todo etno-arqueóloga y trabaja
sobre la cerámica tradicional de Serbia. Me interesó muchísimo y en 2011
hicimos una conferencia internacional en Serbia sobre los procesos
productivos cerámicos desde un punto de vista sobre todo
etnoarqueológico y desde la arqueología experimental. Es ahí cuando
entramos en contacto y en 2012 estoy más tiempo en una estancia de
varios meses y conozco de primera mano la alfarería tradicional algo
que, todo el que estudia la cerámica romana o de la antigüedad de torno
tendría que conocer para entender mucho mejor los procesos”.
La impaciencia por ver los resultados, no es hermana de la
investigación: aunque no hayan reproducido piezas los resultados les da
una idea más que aproximada de cómo funciona, a lo que se suma el gusto
de poder encenderlo y oler el humo… Lourdes Girón sabe que el proyecto
va a requerir un segundo viaje para hacer las reproducciones
arqueológicas, a pesar de que el horno se ha realizado en tiempo récord,
prácticamente en dos semanas y media. Ya cuando tengan entre sus manos
las reproducciones arqueológicas que expondrán diseñarán una exposición
en la que se aprecie “cómo países tan distantes para la alfarería
tradicional hay muchas cosas que se unen”.
Picados nosotros por la ansiedad le preguntamos cómo fue el momento de
poner esa última piedra, darse cuenta de lo que significaba ese trabajo
tan manual. Lourdes deja por un instante de ser la doctoranda y sonríe
al recordar: “La verdad es que fue increíble, porque no nos lo creíamos,
porque además estuvimos con los tiempos muy, muy justos y claro, no fue
poner la última piedra, porque después teníamos que rellenar la zona, el
techo de la chimenea de arena en la parte de afuera. Entonces, el último
paso es repellar con barro y paja tanto la cámara de combustión como el
Praefurnium donde se colocan las piezas. Eso fue ya el último día y al
terminar aquello estábamos todos pletóricos, porque no sabíamos si iba a
dar tiempo: tuvimos que ir a buscar piedras a un río, porque ya no había
piedras y era estar en un ay y pensar que lo teníamos que dejar
terminado. Nos fuimos a la ciudad más cercana Knjaževac
–nos dice, o algo que se pronuncia así-, y nos tomamos unas cervecitas
para celebrarlo merecidamente”.
Las primeras cocciones
Para el año que viene en torno también a estas fechas, quizá un poco
antes verán salir del horno esas reproducciones cerámicas. “Fui a hablar
con el director del Instituto Cervantes y nuestra intención es dejarlo
todo preparado antes de un año, con las fases muy bien definidas y eso
lleva también un proceso, porque no es sólo hacer las piezas y meterlas
en el horno, sino que hay que esperar lo que se llama en alfarería el
punto de oreo, pues la pieza tiene que secarse un poco para que se pueda
cocer. Además tienes que jugar mucho con el tiempo climatológico que
hace allí, porque no es lo mismo que una pieza se te seque en Andalucía
con un sol y una temperatura que permite secarla que muy pocos días, que
el que esté lloviendo e incluso haga frío, lo que es un poco atípico”.
Nos aclara este extremo, porque aunque la temperatura en verano en los
Balcanes sea muy similar a España, pese a que todo el mundo piense en
los Balcanes como en un lugar de montaña, agreste y frío, en esta
ocasión se han encontrado con que el tiempo no cooperaba con sus
labores. No obstante, la climatología adversa ha sido el único
inconveniente, porque la relación ha sido tan buena que pretenden
continuar en el futuro con el intercambio. “Milena Milosević, del museo
de la ciudad, se ha quedado muy contenta con nosotros y nos ha dicho que
quisiera colaborar con nosotros. En principio vamos a terminar esto,
vamos a ver cómo resulta y si salen nuevos proyectos pues estupendo”.
Una investigadora a pie de obra
Viendo las imágenes en las que Lourdes coloca los ladrillos y dobla el
lomo como el que más uno se pregunta si es lo habitual en el aséptico
mundo de la universidad. “Después de haber entrado en este mundo
entiendo muchísimo mejor las cosas y hay una diferencia abismal entre la
teoría y la práctica, sobre todo en el mundo de la alfarería. Por
desgracia muchísimos profesores no cuentan con esa experiencia.Consultar
con alfareros y hacer el horno te permite interpretar muchísimo mejor
los restos arqueológicos que me encuentro. He ido viendo las diferentes
fases de su construcción, así que puedes identificar las diferentes
etapas del objeto cuando lo excavas o cuando lo estudias”.
Un desfase de conocimiento práctico que seguramente puede significar
pisar algún callo… “Voy a presentar mi tesis y creo que va a tirar un
poco por tierra muchas pautas de gente con renombre. Tampoco he hecho
nada del otro mundo, pero es algo que te da una visión que no adquieres
en la clase teórica y eso es una metodología que no está muy
desarrollada en España como en otros países como EEUU, Francia,
Inglaterra”. La prudencia y el afán de conocer hacen que Lourdes sea
precavida con la acogida de sus hallazgos: “Por ahora no he recibido
ningún comentario negativo, lleva muy poco tiempo la noticia, además ha
sido en verano, pero espero que surjan y sea con una base crítica,
porque al final eso es lo que te permite investigar y hacerlo bien,
porque tampoco queremos que nos digan categóricamente que tenemos la
razón absoluta, tampoco es eso. Hemos intentado hacer bien la parte de
arriba [del horno], y es una hipótesis que tenemos que demostrar con una
serie de estudios arqueológicos de hornos tradicionales… Pero si ya hay
quien te dice simplemente que el horno no tiene la cubierta permanente,
cuando cualquier alfarero te asegura que para alcanzar los 1.000-1.200
grados habría que emplear el doble de leña”.
Desminando el terreno de prejuicios
Como toda persona que se aproxima a los Balcanes, la primera reacción de
su entorno fue la de cierta reticencia: “la gente me decía ¿pero te vas
a ir a Serbia?, ¿ no te da miedo? A lo que yo respondía, ‘hace tiempo
que terminó la guerra’. (Se ríe)”. En ese sentido
quisiera agradecer a Biljana Djordjević que también fue un poco allí mis
pies y mis manos”. Lourdes Girón ha tenido que aprender un poco de
serbio, chapurrear lo suficiente como para manejarse, “aunque también
por gestos nos entendíamos muy bien. Tenemos que agradecer a Ana Đuričić
que habla perfectamente español que haya sido nuestra traductora allí,
porque con el tema de los materiales y otras cosas en inglés era difícil
entenderse, porque había que hacer muchas puntualizaciones”. El éxito de
la investigación, la buena disposición de las gentes que los acogieron
abren las puertas a nuevas colaboraciones: “Por mí sí, la verdad porque
no ha habido motivos para decir me voy y no quiero saber nada más, de
hecho con Ana vamos a colaborar, porque para 2014 y 2015 vamos a
realizar el tercer congreso internacional sobre temas cerámicos y ella
se encargará de la parte de los Balcanes, haciendo una mesa redonda.
Vamos a estar en continuo contacto en futuros proyectos”.
Así que nada de reticencias entre equipos de países tan dispares:
“Intentamos no tener ningún prejuicio y Jesús Padilla que también es un
gran investigador tampoco los ha tenido, porque no por ser de un país o
de otro vas a hacerlo mejor. Y no por ser de EEUU vas a ser un gran
investigador y porque seas de España o de Serbia ya eres malo. Lo tienes
que demostrar con tus investigaciones y con tu trabajo. Al menos así me
lo enseñaron a mí desde que comencé prácticamente a gatear en el mundo
de la arqueología, a demostrar las cosas con un trabajo constante”.
Quizá la imagen de un investigador español no se ajustaba a lo que
podían pensar en Serbia… “Habría que preguntárselo a ellos en Ravna.
Quizá había más prejuicios por ser jóvenes investigadores que por la
procedencia, porque tenemos treinta y pocos años y quizá esa
inexperiencia les pudo hacer dudar un poco en un principio, pero creo
que les hemos demostrado que hemos sido capaces de hacer el horno, pero
también porque estaba allí, José Valdearcos Martín, maestro albañil y
experto hornero de hornos tradicionales de Bailén y eso fue fundamental”.